Importamos carne: ¿vergüenza nacional o una estrategia de corto alcance?

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Entre enero y abril de este año, la Argentina importó 4717 toneladas de carne bovina por un total de 18,7 millones de dólares. El 73,5% de esa carne llegó desde Brasil, país que acaba de ser declarado libre de aftosa sin vacunación. El resto provino de Paraguay y Uruguay. La cifra sorprende: el año pasado no se habían registrado importaciones.

El dato pone en evidencia una realidad incómoda: el país que supo ser el primer exportador mundial de carne vacuna durante las décadas del ’30 y ’40, hoy está trayendo cortes desde el extranjero para abastecer su mercado interno.

Desde la industria frigorífica aseguran que la medida busca bajar los precios en el mercado local, ya que algunos productos importados llegaron a precios más bajos que los nacionales: carne para hamburguesas a 700 dólares la tonelada menos y nalga para milanesa con una diferencia de hasta 1000 dólares por tonelada.

Uno de los actores clave en esta movida es el frigorífico Swift, del grupo brasileño Minerva Foods, que viene trayendo unas 1200 toneladas mensuales desde febrero. Según el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), ya ingresaron oficialmente más de 5300 toneladas en lo que va del año.

¿Cómo llegamos a esto?

Mientras Argentina exportó en 2024 carne vacuna por casi 3 mil millones de dólares (un 8,6% más que en 2023), el mercado interno sigue sin estabilizarse y los precios no bajan como se prometía. El ingreso de carne extranjera puede parecer una solución momentánea, pero plantea interrogantes de fondo: ¿es sostenible importar lo que antes producíamos con excelencia? ¿Qué pasa con nuestra cadena ganadera, nuestros productores y frigoríficos?

Además, el Gobierno nacional fue duramente cuestionado por intentar habilitar el ingreso de carne con hueso a la Patagonia —región libre de aftosa sin vacunación—, lo que generó el rechazo de gobernadores y entidades rurales. Esa medida fue frenada, pero sólo por 60 días.

Un síntoma más de la crisis productiva

La importación de carne no es nueva en sí, pero el volumen y el tipo de cortes comprados marcan un cambio de época. No se trata solo de insumos para procesar hamburguesas, sino de cortes que compiten directamente con la producción nacional en carnicerías y supermercados. Esto, en un contexto de apertura económica generalizada, genera preocupación entre los actores del sector.

En definitiva, la pregunta queda planteada: ¿estamos ante una estrategia pragmática para contener precios o frente a una señal de decadencia productiva que desnuda el retroceso de uno de nuestros sectores más emblemáticos? Mientras Brasil se consolida como potencia exportadora y gana terreno en nuestro propio mercado, la Argentina parece mirar para otro lado.