El reciente asesinato del CEO de la aseguradora médica más grande de Estados Unidos, UnitedHealthcare, a manos de un hombre frustrado por la «codicia corporativa», abre una ventana inquietante para reflexionar sobre los sistemas de salud y medicina paga en el mundo, incluidos los de Argentina. Aunque el caso en Estados Unidos tiene características extremas, las tensiones subyacentes son inquietantemente familiares: el costo creciente del acceso a la salud, el lucro desmedido de las aseguradoras, y la percepción de que la atención médica se ha convertido más en un negocio que en un derecho humano.
Paralelismos con la realidad argentina
En Argentina, la salud privada también enfrenta serias críticas. Obras sociales y prepagas han incrementado sus cuotas mensuales de forma sostenida, mientras que los usuarios denuncian dificultades para acceder a prestaciones básicas. Estas tensiones no se limitan a las tarifas: autorizaciones demoradas, cobros adicionales por prácticas «no incluidas» y una relación desigual entre el paciente y la institución son quejas comunes.
El contexto económico local exacerba el problema. Con una inflación galopante, los aumentos en los planes de salud no solo erosionan los ingresos de las familias, sino que agravan la sensación de desprotección. Aunque el sistema público de salud actúa como un amortiguador esencial para quienes no pueden costear la medicina privada, sufre de saturación y falta de recursos. En consecuencia, muchos argentinos ven en las prepagas la única opción viable, pese a su creciente inaccesibilidad.
Una tensión global: la salud como mercancía
El caso de Luigi Mangione resalta una cuestión de fondo: ¿hasta qué punto es moralmente aceptable que las empresas de salud prioricen ganancias exorbitantes a costa de la calidad y accesibilidad del servicio? En Estados Unidos, este debate se agudiza debido a la estructura privatizada del sistema. En Argentina, aunque se combina con un componente público robusto, los desafíos son similares. La reciente judicialización de aumentos en las cuotas de las prepagas y la resistencia de algunos sectores de la población muestran que la frustración no es exclusiva de otros países.
Reflexión necesaria: más allá del caso extremo
Aunque ningún tipo de violencia puede justificarse, el caso de Mangione pone sobre la mesa un tema crítico: el sistema de salud debe centrarse en las personas, no en las ganancias. Esto no implica demonizar a las empresas, sino cuestionar cómo se puede equilibrar la sostenibilidad financiera con el acceso equitativo a los servicios. En la Argentina, donde la economía y la salud parecen avanzar en caminos paralelos pero desconectados, la discusión es urgente.
Es momento de repensar cómo se distribuyen los recursos en la salud. Las historias de pacientes que ven postergadas cirugías, tratamientos o diagnósticos debido a trabas burocráticas son alarmantes. Este tipo de situaciones alimenta una desconfianza que podría volverse insostenible. ¿Cuántos argentinos se sienten atrapados entre la espada de los costos y la pared de la burocracia?
Hacia un sistema más humano
En última instancia, tanto en Argentina como en el resto del mundo, este caso debería ser un llamado a la acción para mejorar la equidad en los sistemas de salud. Si bien es improbable que se produzcan hechos tan extremos en el país, las tensiones actuales podrían derivar en un malestar social significativo. Los gobiernos, empresas y ciudadanos deben trabajar juntos para construir un sistema que respete la dignidad humana y el derecho a la salud como valores fundamentales, no negociables.