Los microplásticos están en todos lados. En el agua que tomamos, en el aire que respiramos, en los alimentos que comemos, en la nieve del Ártico y en las profundidades del océano. Ahora, un nuevo estudio realizado en España confirma que también llegaron al interior del cuerpo humano, específicamente a lugares tan sensibles como el semen y el fluido que rodea a los óvulos.
El trabajo fue realizado por investigadores de la Universidad de Murcia y de clínicas de fertilización asistida Next Fertility. Analizaron muestras de plasma seminal de 22 hombres y de fluido folicular de 29 mujeres que estaban en tratamiento de fertilidad. Los resultados se presentaron esta semana en París, durante el congreso anual de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología.
El hallazgo es contundente: se encontraron microplásticos en el 69% de las muestras femeninas y en el 55% de las masculinas. Se identificaron hasta nueve tipos de plástico diferentes, entre ellos poliestireno (el de los envases descartables), PET (el de las botellas), poliuretano y politetrafluoroetileno (más conocido como teflón). En una de las muestras se llegaron a contar 38 partículas.
Aunque las cantidades eran pequeñas —entre dos y tres partículas por muestra, en promedio— el dato preocupa. No sólo porque confirma que los plásticos están dentro de nuestro organismo, sino porque ahora se detectan en zonas relacionadas directamente con la reproducción humana.
¿Cómo llegan al cuerpo?
Las vías de ingreso son tres: los microplásticos pueden inhalarse, ingerirse o absorberse a través de la piel. Una vez dentro, circulan por el torrente sanguíneo y se alojan en distintos órganos. En el caso de las mujeres en tratamiento de fertilidad, los investigadores sugieren que los fármacos que aumentan la irrigación sanguínea en los ovarios podrían favorecer que estas partículas lleguen al fluido folicular.
La identificación de los plásticos fue posible gracias a una técnica de microscopía infrarroja láser, desarrollada por el equipo de química analítica de la Universidad de Murcia. Los expertos resaltan que los contenedores utilizados para conservar las muestras fueron analizados y no contenían microplásticos, por lo que descartan la contaminación externa como causa de los resultados.
¿Qué consecuencias puede tener esto?
Por ahora, no se sabe con certeza. El equipo de investigación no detectó alteraciones en la movilidad de los espermatozoides ni en la viabilidad de los óvulos. Sin embargo, se trata de una muestra pequeña y de resultados preliminares.
Estudios anteriores en animales mostraron efectos negativos: ostras expuestas a poliestireno produjeron menos óvulos y espermatozoides con menor movilidad. Y algunos trabajos en humanos ya relacionan la presencia de microplásticos con un aumento del riesgo de infarto, ACV y muerte. También se los ha encontrado en la leche materna, el hígado, los pulmones y el cerebro.
Los científicos no descartan que los microplásticos puedan generar inflamación, estrés oxidativo o incluso daño al ADN. Pero para afirmar su impacto en la salud reproductiva humana se necesita seguir investigando. “La presencia no es lo mismo que el efecto”, advierten desde el equipo de trabajo.
Un problema global, una urgencia compartida
El hallazgo se da en un contexto de preocupación mundial por la caída de las tasas de fertilidad. Para especialistas en contaminación ambiental como Fay Couceiro, de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido), este tipo de estudios son más necesarios que nunca. “No sorprende encontrar microplásticos en fluidos humanos, ya los detectamos en muchas partes del cuerpo. Lo importante ahora es entender cómo nos afectan”, señaló.
Por su parte, la doctora Stephanie Wright, del Imperial College de Londres, llamó a interpretar los resultados con cautela. Según ella, podrían existir errores metodológicos, aunque los investigadores españoles aseguran haber tomado todos los recaudos necesarios.
En cualquier caso, el mensaje es claro: estamos expuestos a niveles de contaminación cada vez más invisibles y silenciosos. Y los plásticos que usamos cada día, sin demasiada conciencia, ya están atravesando nuestras barreras más íntimas.