Pablo Picasso y Marc Chagall, dos de los artistas más prominentes del siglo XX, tuvieron una relación compleja y a menudo tumultuosa. Sus interacciones estuvieron marcadas por una mezcla de admiración mutua, rivalidad profesional y diferencias personales.
Pablo Ruiz Picasso se mudó a París a los 19 años. Llegó como un pintor provinciano y migrante. En 1904, se estableció en un modesto estudio en Montmartre, donde quedó cautivado por la bohemia, la belleza y la inspiración de la ciudad. Aunque pasó casi toda su vida en Francia, nunca perdió su acento español. Eligió el exilio, horrorizado por los estragos de la Guerra Civil y la dictadura franquista. Nunca olvidó su Málaga natal, y su mirada de exiliado fue esencial para pintar el Guernica tal como lo conocemos. A pesar de su crecimiento artístico en Francia, donde mezcló influencias de ambos países, su espíritu permaneció universal y sin fronteras. En los años treinta, Picasso solicitó la nacionalidad francesa, posiblemente para protegerse de la ola fascista que barría Europa y Francia, y que ya había devastado su país. No se la concedieron por considerarlo sospechoso, subversivo y comunista, pero él siempre dejó una cosa clara: “quiero morir español”.
Marc Chagall, primogénito de una familia jasídica de una aldea judía en Vítebsk –entonces parte del Imperio ruso– vivió una primera etapa parisina entre 1910 y 1914. Tras un periodo de ferviente revolucionario ruso y huyendo del antisemitismo, regresó desencantado a Francia, donde adquirió la nacionalidad en 1937. Durante la Segunda Guerra Mundial, se refugió en Estados Unidos, pero finalmente se instaló en la Costa Azul, donde expresó su deseo de ser enterrado. La belleza y originalidad de la obra de Chagall residen en la síntesis de todas las influencias y vivencias de su migración: el arte popular ruso, la tradición judía de su shtetl natal, las corrientes occidentales de su tiempo, el circo, los sueños, el misticismo y París se mezclaban en sus obras con una expresividad conmovedora.
Aunque Chagall obtuvo reconocimiento rápidamente, continuó enfrentándose al antisemitismo. No solo durante el régimen colaboracionista de Vichy, que prohibía a los judíos exhibir su obra, sino también en los años sesenta, cuando tuvo que ser escoltado debido a amenazas al recibir el encargo de pintar el techo de la Ópera del Palacio Garnier. A pesar de ser ciudadano francés desde hacía 30 años, para algunos siempre sería un judío extranjero.
Picasso y Chagall se conocieron por primera vez en París, donde ambos artistas formaban parte de la vibrante comunidad de vanguardia. Compartían intereses e influencias comunes, que inicialmente fomentaron un sentido de camaradería. Ambos artistas fueron profundamente influenciados por los movimientos florecientes del cubismo y el surrealismo y formaron parte de los mismos círculos artísticos.
A pesar de sus diferencias en estilo y enfoque, había un grado de respeto mutuo entre los dos. Picasso admiraba el uso de color y composiciones de ensueño por parte de Chagall, mientras que Chagall respetaba las técnicas innovadoras y audaces de Picasso. Con el tiempo, su relación se volvió tensa. La rivalidad entre ellos fue alimentada en parte por sus diferentes filosofías artísticas. El trabajo de Picasso era visto a menudo como más radical e innovador, mientras que el de Chagall se consideraba más lírico y arraigado en su herencia y folclore judío. Esta divergencia a veces llevó a críticas públicas y privadas mutuas.
Hubo varios incidentes notables que pusieron de relieve la tensión entre ellos. Por ejemplo, Picasso comentó una vez: «Cuando Matisse muera, Chagall será el único pintor que quede que entienda qué color es realmente. «Chagall, por otro lado, criticaba las afiliaciones políticas de Picasso y su personalidad a menudo abrasiva.
A pesar de sus conflictos personales y profesionales, tanto Picasso como Chagall dejaron marcas imborrables en el mundo del arte. Sus obras continúan siendo celebradas por sus contribuciones únicas al arte moderno. La dinámica de su relación también resalta las complejidades de las amistades artísticas y rivalidades.
En general, la amistad entre Picasso y Chagall fue multifacética, se caracterizó por momentos de auténtico respeto y admiración, así como por una intensa rivalidad y conflicto.