El 14 de octubre de 1980 murió en Buenos Aires Oscar Alemán, a los 71 años. Nacido en Machagai, provincia del Chaco, fue uno de los músicos más talentosos que dio la Argentina y, sin embargo, uno de los menos reconocidos fuera del mundo del jazz. Su historia es la de un artista que, desde los márgenes, llegó a compartir escenario con las grandes leyendas internacionales del género.
Hijo de una pianista y de un guitarrista uruguayo, Alemán creció en un ambiente profundamente musical. Desde niño integró el grupo familiar Sexteto Moreira, donde cantaba y bailaba. Pero su infancia se quebró pronto: perdió a sus padres y quedó solo en Brasil, donde sobrevivió tocando en la calle hasta poder comprarse su primera guitarra. Ese instrumento lo acompañaría toda su vida.

A fines de los años 20 formó el dúo Los Lobos junto a Gastón Bueno Lobo y viajó por Sudamérica y Europa. En París fue contratado por Josephine Baker, la gran estrella afroamericana, para dirigir la orquesta de su cabaret. Allí conoció y tocó con figuras como Louis Armstrong, Duke Ellington y Django Reinhardt, con quien entabló una amistad.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Alemán regresó a la Argentina. En Buenos Aires se consagró como el guitarrista de jazz más destacado del país, liderando orquestas, componiendo y grabando piezas que hoy son consideradas de culto. Su carisma y energía lo convirtieron también en un intérprete único: cantaba, bailaba y hacía humor, combinando técnica y alegría en cada presentación.
Durante los años cincuenta fundó una escuela de guitarra para jóvenes sin recursos, y en los setenta volvió a los escenarios con un quinteto que mezclaba jazz, tango y ritmos latinoamericanos. Su última grabación fue en 1979, un año antes de su muerte.
Alemán fue un pionero. Abrió el camino para que el jazz hecho en Argentina tuviera una voz propia, con acento local y alma popular. Su influencia atraviesa generaciones, aunque su nombre no siempre ocupe el lugar que merece en la historia de la música nacional.
A 45 años de su partida, su legado sigue vivo en guitarristas, intérpretes y amantes del jazz que lo redescubren. Porque Oscar Alemán no fue solo un virtuoso: fue el hombre que demostró que desde el Chaco también se podía conquistar el mundo con una guitarra.