Una costumbre que parecía impensada en las cafeterías argentinas hoy genera conversación, pruebas caseras y videos virales: agregar una pizca de sal al café. Lo que comenzó como un reto en redes sociales se convirtió en una práctica con historia, tradición internacional y respaldo científico.
¿De qué se trata?
El café con sal consiste en sumar una pequeña cantidad de cloruro de sodio a la infusión, lo justo para modificar el sabor sin transformarlo por completo. ¿El resultado? Según quienes lo probaron, se reduce el amargor y se potencian los matices dulces y tostados del café.
Aunque para muchos argentinos la idea puede sonar extraña, no es nueva en el mundo: en Vietnam es una tradición con leche condensada; en Suecia se acompaña con quesos o carne; y hasta la Marina de EE.UU. lo adoptó como método para suavizar el café de mala calidad.
¿Por qué funciona?
Expertos como el barista James Hoffman explican que la sal amplifica el dulzor y reduce el amargor gracias a los receptores de sodio en la lengua. Incluso un estudio de la Universidad de Oxford publicado en 1995 comprobó que la sal puede hacer que una mezcla amarga se vuelva acaramelada al gusto.
Además, como ocurre en la repostería, una pizca de sal puede equilibrar sabores y realzar cualidades que de otra forma pasarían desapercibidas.
¿Tiene contraindicaciones?
Como todo hábito, tiene su lado B: el exceso de sal está relacionado con riesgos de hipertensión y enfermedades cardíacas. Por eso, si bien puede mejorar una taza de café puntual (especialmente si fue sobreextraído o tiene notas muy amargas), no es recomendable incorporarlo sistemáticamente sin moderación.
¿Tendencia pasajera o nueva costumbre?
Con el auge de las redes sociales y la constante búsqueda de sabores nuevos, esta combinación parece haber llegado para quedarse, al menos como curiosidad en muchas mesas argentinas. ¿Te animás a probarlo?