Saint Exupéry, el principito suelto en la Patagonia

Cultura

Desde hace una década un grupo de aviadores franceses recrea la ruta inaugurada por el piloto francés, en tiempos en que los que subían a los aviones tenían mucho para perder. Lo que iniciaba como una aventura podía terminar de manera trágica. Se corrian demasiados riesgos para mantener comunicados a los pobladores que vivían aislados del mundo.

Al pasajero ocasional le parecía una locura subirse al aparato que esperaba en la pista precaria: un avión por lo general forrado en tela, a merced a imprevistos desgarros por ramas o arbustos, se valía de un solo motor que con viento a favor podía alcanzar los 180 kilómetros por hora. Carlinga abierta -separada del habitáculo del piloto por una ventanita ovalada de unos 15 o 20 centímetros- con cuatro asientos enfrentados, había que rezar para que los vientos del oeste no fuesen muy intensos, ya que le hacía bajar la velocidad al avión, aunque lo peor era que lo empujase al mar.
Esto era parte de la aventura de los pilotos que volaban en la Aeropostale, una empresa aérea que unió a partir de 1929 diversas ciudades costeras de la Patagonia argentina, cuya misión central era la de llevar el correo, encomiendas y, ocasionalmente, pasajeros.
Después de la Primera Guerra Mundial el industrial francés Pierre George Latécoére intuyó que la aviación sería un negocio floreciente. En septiembre de 1918 creó la Lignes Aeriennes Latecoere, una compañía que unía Francia con Sud América. En 1925 ya se había extendido desde Tolouse, pasando por España, África del Norte, hasta Dakar y de ahí a Brasil y Uruguay. Cuando en 1927 vendió las acciones, la empresa tomó el nombre de Aeropostale.
Mientras tanto, la Dirección de Correos de nuestro país estaba en tratativas con la empresa francesa original para lograr el traslado de correspondencia hacia y desde Europa, proyecto del aviador riojano Vicente Almandos Almonacid, veterano además de la primera guerra volando para Francia y pionero de los ataques nocturnos.
Almonacid armó una empresa subsidiaria y el 5 de septiembre de 1927 nació Aeroposta Argentina. El 15 de noviembre se iniciaron los vuelos desde Natal, Brasil, hasta Buenos Aires y el 1 de Marzo de 1928 el primer enlace con Francia. El logo de la empresa era un sobre con alas atravesado por una flecha, diseño del propio piloto.
Se exploraron rutas desde Buenos Aires al Paraguay y a Chile y desde octubre de 1929 comenzó el servicio desde Bahía Blanca hacia las ciudades costeras patagónicas y también a Lago Argentino, hoy El Calafate. Cuando había tormenta era habitual aterrizar en Punta Arenas.
El primer vuelo de la Aeroposta en nuestro país fue de inspección. Lo realizó el jueves 31 de octubre de 1929 el propio Antoine de Saint Exupéry en un Latécoère 25, un avión de transporte postal y de pasajeros construido en 1925. Cubrió el trayecto Comodoro Rivadavia – Trelew en dos horas. A su regreso, llevó un pasajero, Armando Ulled, un ingeniero que se desempeñaba en las minas de la zona petrolífera de Comodoro Rivadavia, quien comprobó en carne propia lo que era volar con los vientos y las turbulencias.
Saint Exupéry, quien había llegado al país dos semanas antes, era el director de la empresa y el encargado de coordinar los servicios en Sudamérica.
Al día siguiente, 1 de noviembre de 1929, Saint Exupéry partió del aeródromo de Harding Green, de Bahía Blanca, llamado así en homenaje a William Hardin Green, gerente de la empresa Ferrocarril Bahía Blanca al Noroeste. El lugar estaba atestado de gente que no quería perderse el acontecimiento. Llevaba como pasajeros a los directores de los diarios locales Nueva Provincia, El Atlántico y La Mañana, hizo escala en San Antonio Oeste y Trelew, con destino final Comodoro Rivadavia.
Como ocurre hace diez años, una veintena de aviadores, en homenaje al autor de El Principito, recrea la ruta de Aeropostale, en una acción que llaman el Raid Latécoère-Aéropostale. Partiendo de Francia, pasan por África, hacen escala en Brasil y se dirigen hacia la Patagonia. Está dividido en siete escalas, con una fuerte presencia en países africanos y sudamericanos. Los tripulantes viajan de aeródromo en aeródromo, siguiendo las escalas que Saint Exupéry inauguró hace casi cien años.
Hace unos días llegaron a Trelew, donde se repitió el rito en todas las escalas que realizan. A los pilotos se les entregan diplomas que certifican su paso y reciben regalos. De Trelew se llevaron bufandas y alfajores y fueron agasajados con una paella.
“La ciudad de Trelew se distingue por lograr el primer vuelo en Patagonia registrado en 1915, convirtiéndose así en escala del primer recorrido de la Aeroposta Argentina. Se sumó a Trelew en esta ruta aérea por su ubicación estratégica, sus favorables condiciones climáticas y el potencial de crecimiento que prometía la localidad”, contó el piloto Pablo Alberletche, miembro de la comisión del Aeroclub de Trelew y organizador de los homenajes a los pilotos y de la jornada regional de historia aeronáutica.
Saint Exupéry fue un gran apasionado por la aviación, explorador, aventurero y narrador de grandes historias. Dicen que no tenía muchos amigos por su carácter hosco, arrogante, discutidor y cabeza dura. De Argentina decía que lo sentía como si fuera su propio país. En Buenos Aires conoció a la salvadoreña Consuelo Suncin, quien sería su esposa. Se alojaba en el departamento 605 sobre la Galería Güemes, en Florida al 200, donde escribió “Vuelo Nocturno”. Y cuando visitaba la costa atlántica, se alojaba en la habitación 51 del Hotel Ostende.
En cada uno de sus viajes, Saint Exupéry se inspiró para escribir grandes historias, sin duda su obra más conocida es El Principito. Algunos dicen que el elefante que aparece en el texto está inspirado en la Isla de Los Pájaros, frente al istmo Carlos Ameghino, una franja de tierra de seis kilómetros de ancho, que une la península Valdés con la provincia de Chubut.
En Trelew, se alojaba en el Hotel Touring Club, inaugurado en 1926. Antes existían dos hoteles, “Del Ferrocarril” y “La Estación”, uno al lado del otro. En el primero fue huésped en 1899 el presidente Julio A. Roca y también la célebre pareja de bandoleros norteamericanos Butch Cassidy y Sundance Kid. La habitación que ocupaba se conserva y una placa señala su paso por el lugar. El francés decía que era el mejor de la Patagonia.
La llegada de un avión de Aeroposta era toda una fiesta para los pobladores, que vivían prácticamente aislados. Y para los pilotos era un servicio que había que cumplir sí o sí porque sabían que la gente dependía de ellos. Cuando no estaban dadas las condiciones para volar, era Saint-Exupéry quien lo hacía, porque sostenía que mucha gente dependía de ellos. Cuando el gobierno francés decidió cortar con los subsidios porque no era un negocio rentable, fueron los pobladores quienes presionaron para que el servicio continuase, lo que se logró con el aporte de empresarios de la zona.
Mervyn Evans, un verdadero promotor turístico patagónico, quien en 1994 hizo una réplica de un molino harinero, el Nant Fach, a 17 kilómetros de Trelevín, se encuentra ante la titánica tarea de armar una réplica de un avión Laté 25, los que usaba Aeroposta. Ya tiene hecha una réplica a escala de un avión de observación alemán de la segunda guerra.
Asimismo, hay un proyecto para que la Unesco declare patrimonio cultural mundial intangible la ruta de la Aeroposta, más aún cuando en diversos puntos del trayecto se conservan viejos hangares, o como la casita que habitó Saint- Exupéry en Puerto Deseado. El proyecto incluye armar en cada ciudad donde hacía escala un museo con una biblioteca. Se descuenta que los vecinos atesoran recuerdos y testimonios que enriquecerían el acervo histórico cultural.
Cuando Hitler inició la invasión que provocó la Segunda Guerra Mundial. Saint Exupery quiso enrolarse como piloto de combate, pero fue rechazado ya que no aceptaban a mayores de 30 años. Lo destinaron a pilotear un Lightning P 38 de reconocimiento, y el 31 de julio de 1944 fue derribado por un avión alemán en el Mediterráneo, cerca de la isla de Rou.
Por décadas se mantuvo el misterio alrededor de las circunstancias de su muerte hasta que en 1998 unos pescadores descubrieron en sus redes una pulsera de plata con su nombre. Unos años después localizaron los restos del avión, que fue la tumba de aquel francés hosco que los pobladores de la Patagonia esperaban con los brazos abiertos.