La comunidad científica argentina atraviesa uno de sus momentos más críticos desde la vuelta de la democracia. Con un contexto marcado por el desinterés y el desfinanciamiento, muchos investigadores, tanto jóvenes como de larga trayectoria, han comenzado a abandonar el país en busca de oportunidades en el exterior. Alejandro Díaz Caro, repatriado en 2014, es uno de los ejemplos más recientes de esta «nueva fuga de cerebros». “Durante el macrismo hubo un desinterés por la ciencia, pero ahora quieren destruirla directamente”, mientras empacaba para regresar a Francia, donde retomará su carrera académica.
Este éxodo masivo de talentos científicos no es nuevo en Argentina. Ya en los años 90 y durante la crisis de 2001, miles de investigadores se vieron obligados a dejar el país. La situación se repitió durante el gobierno de Mauricio Macri, que redujo drásticamente los fondos destinados a la ciencia. Ahora, bajo la gestión de Javier Milei, el panorama parece aún más sombrío. Las políticas del gobierno libertario han paralizado la colaboración internacional y degradado al Ministerio de Ciencia a una subsecretaría, eliminando cualquier apoyo significativo para los investigadores.
Díaz Caro no es el único afectado. Pablo Manavella, bioquímico formado en la Universidad Nacional de Córdoba, también ha decidido irse. “La biología molecular de plantas es un área cara y requiere tecnologías de primer nivel. Con el nuevo gobierno, se hizo evidente que no se iba a respetar la Ley de Financiamiento Científico y que los fondos serían insuficientes”, explicó Manavella, quien ya se ha trasladado a España para continuar su trabajo en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Csic).
La incertidumbre sobre el futuro de la ciencia en Argentina ha provocado un «desenamoramiento» entre los jóvenes investigadores. Muchos han comenzado a buscar oportunidades en el extranjero o, en su defecto, a migrar hacia el sector privado. Esto es particularmente preocupante en un contexto en el que el gobierno se presenta como un polo de innovación tecnológica, mientras sus políticas desalientan y expulsan a los profesionales que podrían impulsar ese desarrollo.
Con el éxodo de científicos repatriados y la precarización del sistema científico, el gobierno enfrenta una paradoja: mientras desfinancia la ciencia y expulsa a los investigadores, promete convertir al país en un nodo regional de innovación tecnológica. La contradicción no podría ser más evidente: sin recursos humanos capacitados, la transformación tecnológica de Argentina parece más un espejismo que una realidad posible.
Fuente: Pagina 12