6 de septiembre de 1930: Derrocamiento de Hipólito Yrigoyen

Actualidad Política

El 6 de septiembre de 1930 se produjo el primer golpe de Estado en la historia de Argentina, marcando el fin del gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen, líder de la Unión Cívica Radical (UCR). El golpe fue encabezado por el general José Félix Uriburu, quien instauró una dictadura militar con influencias fascistas. Este suceso dio inicio a un periodo conocido como la Década Infame, que se caracterizó por la corrupción, el fraude electoral y la represión política.

El contexto político y económico de la época estuvo marcado por una fuerte crisis internacional, como la Gran Depresión de 1929, que afectó gravemente la economía argentina. Yrigoyen, quien había sido reelecto en 1928, enfrentaba un creciente descontento social y político debido a la recesión y la percepción de ineficacia en su gobierno. Esto facilitó el clima para que sectores militares, conservadores y de la oligarquía terrateniente promovieran el golpe.

Quien intentó alertar al gobierno del hecho fue el general Luis Dellepiane, ministro de Guerra. Tras ser desoído, presentó su dimisión. Al día siguiente, la prensa publicó extractos de la carta que acompañó a su renuncia, y que acá publicamos. Dellepiane aseguró con posterioridad que había pedido permiso a Yrigoyen para desbaratar la conspiración, pero que sucumbió ante las intrigas de algunos hombres que rodeaban al presidente. Por primera vez, desde 1853 se interrumpía el orden constitucional.

«No soy político y me repugnan las intrigas que he visto a mi alrededor, obra fundamental de incapaces y ambiciosos, pero soy observador. He visto y veo alrededor de V.E. pocos leales y muchos intereses. Habría que nombrar un tribunal que analizara la vida y los recursos de algunos de los hombres que hacen oposición a V.E. y de otros que, gozando de su confianza, hacen que V.E., de cuyos ideales y propósitos tan de continuo expresados yo tengo la mejor opinión, sea presentado al juicio de sus conciudadanos en la forma despectiva, que es marea que nada detendrá, si V.E. no recapacita un instante y analiza la parte de verdad, que para mí es mucha, que puede hallarse en la airada protesta que está en todos los labios y palpita en muchos corazones.”

Luis José Dellepiane

Fuente: Diario La Prensa, 3 de septiembre de 1930.

Tras la toma del poder por Uriburu, se implementaron medidas represivas y se persiguió a los opositores políticos. La dictadura de Uriburu fue brevemente reemplazada por un gobierno civil encabezado por Agustín P. Justo en 1932, quien gobernó bajo el sistema del fraude patriótico, consolidando la hegemonía conservadora.

La Década Infame (1930-1943) quedó en la memoria colectiva como un periodo oscuro, donde las elecciones fueron manipuladas, y las grandes masas populares fueron excluidas de la vida política. Este periodo sembró el descontento que culminaría en la irrupción del peronismo en la década de 1940.

El golpe del 6 de septiembre de 1930 significó para la tradicional elite terrateniente exportadora la recuperación, no del poder real, que nunca había perdido, sino del control del aparato del Estado. Quedaba además demostrado que el radicalismo, por su origen de clase y por sus enormes contradicciones internas, no había podido o no había querido conformar ni impulsar sectores económicos dinámicos modernos que pudieran disputarle el poder al tradicional sector terrateniente. El golpe terminó también con la alianza que había comenzado en la Revolución de 1890 entre una parte de aquella elite y los sectores medios, que en un principio apoyaran el golpe del 30 porque pensaban que los incluía entre los beneficiarios del asalto al poder y las arcas públicas; sin embargo, pronto se dieron por enterados en carne propia, como ocurriría con todos los golpes de Estado posteriores, que les agradecían los servicios prestados, pero que no estaban invitados a la fiesta. La elite volvió a tener la posibilidad de marginar políticamente —como antes de la sanción de la Ley Sáenz Peña— a los sectores sociales que venía marginando social y económicamente desde siempre. La vuelta al fraude electoral alejaba a las mayorías populares de la posibilidad de decidir sus destinos; la sociedad se preparaba para los grandes cambios que se avecinarían a mediados de los años 40. Pero para eso faltaba mucho tiempo, mucho sufrimiento y mucha lucha. Estaba comenzando una década claramente infame.

Fuente de mucho: El Historiador.